Desde los últimos 20 años se está produciendo un cambio del modelo social que ha afectado de manera brutal a la organización del trabajo, donde el paro y el trabajo precario son dos caras de la misma moneda. Se ha producido una paulatina precarización del trabajo, que atrapa a las personas en un círculo vicioso del que es muy difícil salir, que produce inseguridad constante y no permite a las personas desarrollar su proyecto vital. Al mismo tiempo, se han ido reduciendo las medidas de protección social, dejando a los trabajadores y trabajadoras desprotegidos y a merced de las condiciones que ofrece el mercado, convirtiéndolos en una mercancía y en personas sumisas al sistema económico. La peor consecuencia de todo ello es que un gran número de jóvenes, de mayores de 55 años, de inmigrantes… son excluidos por completo de la sociedad porque ya no son “rentables”.
Una sociedad decente pasa por
- Que la economía esté al servicio de las personas, y no al contrario: la persona es lo primero.
- Que defendamos y reclamemos los derechos sociales de las personas, con iniciativas orientadas, por ejemplo, a garantizar unos ingresos mínimos por persona para poder vivir con dignidad.
- Que recuperemos el sentido del trabajo como algo mucho más que el empleo (el trabajo visto solo desde la perspectiva del capital).