Raúl González, compromiso real

Bibliotecario, llegando a los cincuenta. Alcalaíno, muy alcalaíno, tal vez demasiado y, además, del Lianchi, que creo que es mi patria. Padre que intenta criar y cuidar respetuosamente. Bastante marxista y atravesado por el zapatismo, el ecologismo social y el municipalismo casi a partes iguales y que intenta hacer de lo cotidiano eso de ser coherente con lo que uno piensa.

Así se definía nuestro querido amigo y compañero Raúl González, cuya vida no puede explicarse sin su relación con Alcalá y con los colectivos transformadores de la ciudad. Persona que a través de su compromiso animó y conmovió a vecinas y vecinos en la lucha por un mundo y una ciudad mejores.

El corazón de Raúl se paró en el verano de 2020, en unas vacaciones familiares en la Playa de las Catedrales en Lugo. Personas amigas y queridas desearon en aquel momento organizar una acto público de admiración y respeto hacia Raúl. Pero en aquel momento no se dieron las circunstancias sanitarias para realizar un homenaje colectivo, por lo que se ha ido posponiendo hasta noviembre.

El acto fue multitudinario porque Raúl representaba la mejor cara de la militancia activa por la ciudad, repensando y rebasando tópicos y clichés políticos. Nunca fue un panfleto andante ni un puño levantado más, sino una persona que hacía de este mundo y esta ciudad un lugar realmente más vivible y humano a través de una participación eficaz y alegre.

Lo que hacía a Raúl único y extraordinario es que era consecuente con aquello en lo que creía y pensaba: apoyaba económicamente proyectos alternativos, se preocupaba en consumir en circuitos y proyectos sociales, impulsaba y divulgaba proyectos e ideas de transformación social. Pero lo más importante es que en cada pequeña batalla se situaba siempre del lado de la justicia, porque ante todo se trataba de una persona justa y coherente. Tal compromiso lo llevó hasta sus máximas consecuencias cuando participó en política institucional, siempre al lado de la acción justa y humana, y no del de los egos y ambiciones personales o facciones ganadoras. El no sometimiento a directrices autoritarias le llevó al destierro por su propio bando, poniendo a él y a su familia en la picota mediática. Aún así, no se movió ni un milímetro en su compromiso.

Reflejarse en el espejo de Raúl es despertar las dudas internas respecto a la participación individual de cada persona en espacios políticos o activistas. La importancia de su dedicación no era tanto su cantidad sino su calidad. Su modo de actuar en su vida cotidiana (los afectos, los cuidados) y su apoyo real y con hechos a proyectos transformadores eran ciertamente más eficaces y verdaderos comparados con la militancia de palabras, símbolos e identidades. Esa es la mayor enseñanza de Raúl, que viviendo de cerca la militancia tradicional de izquierdas la llevó a un nivel superior, aquel en el que los fines no justifican los medios, y que pone la máxima en lo posible, real y concreto siendo muy consciente del horizonte final.

No se puede describir a Raúl sin hacer mención a su amor a la cultura, libros y bibliotecas. Tal y como lo definen sus compañer@s de trabajo bibliotecari@s, “Raúl era un convencido de la función social de la biblioteca, entendida como un servicio público para el desarrollo cultural de la ciudadanía y, especialmente, para los sectores más desfavorecidos de la población”

Tres nogales han sido plantados en el bosque comestible de la Isla del Colegio. Esperemos que la tierra, que tanto amó y defendió, alimente estos tres nogales y nutra sus frutos. En cada decisión en la que pongamos a la vez la cabeza, el corazón, el humor y la rebeldía nos cobijaremos en la sombra de los nogales y nos preguntaremos:   «¿Qué haría aquí Raúl?». 

Raúl vive, la lucha sigue.

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