Os invitamos a leer esta bonita historia sobre colaboración y redes … es una pista sobre el taller que comenzará en Agua de Mayo el próximo mes de febrero … a ver si sabéis
Bufanda de marzo
En marzo, la señora Remedios consiguió terminar la famosa bufanda de invierno, que nadie creyó que acabaría.
Dispuesta a demostrar su talento como tejedora, metió la bufanda en una bolsa de plástico tipo camiseta de unos grandes almacenes, la asió bien fuerte y salió a la calle. Pero, la señora Remedios no se dio cuenta de que, al cerrar la casa, un fleco de la bufanda mal hilvanado se había enganchado en una astilla de su puerta y así continuó su camino.
Rodeó el quiosco del Gonzalo y apartó su revista de cotilleos. Entró a por el pan a la panadería, y a por la leche a la lechería, y a por un poco de brillantina a la perfumería de La Meticona, la hija del Meticón, el de las aceitunas. La banda roja de la bufanda de la señora Remedios se debanó toda entre el quiosco y la perfumería.
Luego acudió un instante a la ferretería de la Regli, a hacerle el favor de cuidar de la tienda, mientras la Regli acercaba a su nieto a la guardería.
Y después se pasó por la cooperativa, a decirle a la Emi, (la hija de la Regli) que el niño ya estaba en la guardería. Que qué grande, que qué alegre, que qué niño más espabilao.
Y la bufanda se iba destejiendo a cada paso lento de la señora Remedios.
Como en la esquina de la iglesia estaba siempre el Muillo tocando la armónica, ella se paró a echarle unas monedas y el Muillo en agradecimiento le interpretó esa copla que sabía que tanto le gustaba a la señora Remedios: “bailar pegados”.
Y al pasó por el parque del centro y echó un vistazo, no fuera a ser que su sobrino el Juano, anduviera de nuevo golfeando con los niñatos de las motos en vez de estar en el instituto. Aliviada de no verlo por allí, siguió su camino, soñando en que algún día, su sobrino el Juano, se colocaría en una oficina.
Y la bufanda se iba destejiendo a cada paso lento de la señora Remedios. Y seguía sin advertirlo y llegó a la cima del pueblo, hasta el Hogar del Pensionista.
Irradiando felicidad, pensando en la cara de la Anita (que tanto la había criticado) ,cuando viera la hermosa bufanda que había tejido.
Orgullosa de su trabajo, de su persona y deseosa de demostrar su valía, entró cogiendo aire, dispuesta a defender su trabajo ante las demás ancianas que desayunaban juntas cada mañana.
Abrió la puerta y se dirigió a la cafetería, a la mesa donde ya estaban la Dolores, la Anita y la Papajuana. Dijo:
– ¡hola!, ¡mirad!, (abriendo la bolsa de plástico tipo camiseta).
Y las demás miraron y no vieron más que un cabo de lana verde que se escapaba de la bolsa camino de la calle por donde había entrado la señora Remedios.
Entonces se puso colorada, colorada, como un tomate transgénico. Y las demás se rieron, se burlaron de su bufanda de lana en marzo, y de su labor como tejedora.
Pero eran amigas de muy largo tiempo y le dijeron: – ¡Anda, tómate un café y desayuna!
Desayunó, avergonzada, la señora Remedios, no se explicaba lo que había sucedido con su bufanda de marzo, que llevaba tejiendo desde agosto.
Pero cuando salieron del Hogar del Pensionista, después del desayuno, y se asomaron a la calle y al pueblo,(que se podía observar en toda su magnitud desde allá arriba), pudieron ver, cómo el cabo verde que quedó de la bufanda de invierno de la señora Remedios, no era más que el principio de una telaraña multicolor, enorme y frondosa,que iba entretejiendo todo el pueblo, atrapando cada casa, cada calle y abrigando a cada uno de sus habitantes.
(Juan ARJONA, 2005: Bufanda de marzo en Cuchará y paso atrá` número 9. Ed).